Sesenta años contados al revés

Desde el 19 de octubre del 2023 hasta el 18 de febrero del 2024, en el marco de la conmemoración de los 60 años de trayectoria del Museo de Arte Moderno de Bogotá (MAMBO) (1963-2023), estará abierta al público la exposición Viceversa: posiciones y perspectivas de una colección. El Malpensante visitó la Exposición, un recorrido planteado de forma heterodoxa, es decir, no sigue una línea temporal recta, sino que propone al visitante explorar las divergencias y relaciones entre un gran número de obras que han hecho su aparición en el Museo. 

POR Andrea Salamanca

Diciembre 03 2023
exposición MAMBO

Fotografía de Mariana Camargo

Desde el 19 de octubre del 2023 hasta el 18 de febrero del 2024, en el marco de la conmemoración de los 60 años de trayectoria del Museo de Arte Moderno de Bogotá (MAMBO) (1963-2023), estará abierta al público la exposición Viceversa: posiciones y perspectivas de una colección. El recorrido está planteado de forma heterodoxa, es decir, no sigue una línea temporal recta, sino que propone al visitante explorar las divergencias y relaciones entre un gran número de obras que han hecho su aparición en el museo. De esta forma, se pensó en priorizar el concepto planteado por la curaduría, realizada por Eugenio Viola y Juaniko Mora, la sensibilidad por la creación de obras que han participado de la historia del museo y que al mismo tiempo dialogan entre sí alrededor de tres ejes conceptuales: memoria, identidad y disonancia. Así, el juego está lanzado para que el visitante participe en la creación de las conexiones artísticas entre estas obras (que en el 95% de los casos han sido donaciones) y sus contrastes.

 

 

Este tránsito por la exposición empezará arbitrariamente por el principio, mejor dicho, por el principio apócrifo, el que pudo ser y no fue por cuestiones del azar. En el primer piso se encuentra un cuadro con una historia detrás muy particular. La pintura, ubicada cerca a la entrada principal, que lleva como título Violencia en la selva (1953), es una pieza del pintor colombiano Ignacio Gómez Jaramillo. Esta pintura fue la primera en ser comprada por el Ministerio de Educación del entonces gobierno del general Rojas Pinilla con miras a formar parte del catálogo, el cual, para ese entonces, era apenas un esbozo de museo de arte moderno. Desde entonces, y durante 66 años, la pintura estuvo extraviada. Sin embargo, quedó registrada en el inventario. Así empieza este camino por la historia del museo, formado por esas historias accidentales que lo permearon incluso desde su concepción. Al lado de esta pintura la acompaña Tumba N° 11 (1963) de Juan Antonio Roda, quien conformó la primera exposición del museo en 1963, cuando Marta Traba estaba a cargo de la dirección del museo. 

A propósito de su mención, en el primer piso también se encuentra un homenaje a las mujeres que han liderado los horizontes artísticos del museo. Por medio de una litografía de Marta Traba, de Gustavo Zalamea (1994); una fotografía de Gloria Zea tomada por Hernán Díaz (1965) y una fotografía de Claudia Hakim, por Gregorio Díaz (2023), la exposición las recuerda por sus años de compromiso con el arte moderno en el país. 

El presente y el pasado del museo convergen en el arte que se encuentra en la galería. Al bajar por las escaleras, en el piso -1, se propone una disposición sensorial distinta, nos adentramos en las obras que se han gestado en el país alrededor de la memoria. Esta sección recopila las sensibilidades de los artistas que han creado a partir de la historia del país y que han propuesto reflexiones en torno a los distintos episodios de violencia que la han marcado. De esta manera, se busca generar contrapuntos históricos y proponer reflexiones a partir del contacto con fotografías de la toma del Palacio de Justicia, de las madres de Soacha y del Bogotazo al mismo tiempo. 

 

 

Mientras realizaba el recorrido, me llamó particularmente la atención la obra Reset (Quimérico) de Daniela Medina Poch (2021) elaborada con la técnica de cerámica y video monacal: un croquis de Colombia roto, fragmentado en repetidas ocasiones de distintas formas durante el video, pero indefectiblemente partido. Con su obra, la artista plantea una reflexión en torno a la distribución de tierras en el país, y se pregunta si es posible empezar de nuevo. Mientras veía la obra pensaba en la técnica milenaria japonesa para pegar los objetos de cerámica que se han roto, el kintsugi. ¿No apuntaríamos a eso como país?, ¿a hacer que nuestras cicatrices sean marcas que nos unan, pero también que no sean borradas, y que tengamos la capacidad de recordarlas y aprender pacientemente del proceso que significó volverlas a unir?

Continuando con el recorrido por otro de los cuartitos, exploramos la historia de Colombia, esta vez desde la reflexión sobre la disputa de nuestra historia colonial. Así nos encontramos con pinturas como Orígenes y colonización de Caldas de Sergio Trujillo Magnenat (1973) y Justicia (2002) de María de la Paz Jaramillo. El primero es un proyecto mural que retrata a las comunidades indígenas de la región y su posterior encuentro con los españoles. La segunda pintura mencionada propone una reinterpretación pop de la mirada tradicional al siglo XIX, mostrando desde otras estéticas las representaciones de Bolívar y Santander. 

En el segundo piso se puede encontrar la primera exposición de Giuseppe Stampone en Suramérica, llamada Saludos desde Bogotá, la cual hace parte de los tres proyectos de sitios específicos junto con Genealogía de una colección de la argentina de Adriana Bustos y Los museos también lloran (y harto) de Juan Uribe. Con la técnica de bolígrafo sobre madera, el artista italiano invita a mirar detenidamente los contrastes de las metrópolis. Para esto destaca el fútbol y sus camisetas como un leitmotiv recurrente con el fin de plantear temas como la migración y el cambio climático en sus dibujos. 

 

En este segundo piso, la identidad es el pilar fundamental bajo el cual se reúnen las obras. Hallamos así la sección “Eco de Narciso”, un espacio donde convergen retratos y autorretratos de distintos artistas y personalidades. El paisaje aquí es el del ego de los artistas puesto en diferentes formatos como pinturas, fotografías y grabados, entre otros. Son piezas que invitan al espectador a participar en un juego de miradas con los retratos. Nos miran y también se miran entre ellos. 

 

 

Las siguientes dos secciones, “La obra multiplicada” y “Abstracción universal”, recopilan varias obras inscritas en estéticas como el arte cinético, geométrico, abstracto, expresionista o minimalista, entre otros. Aquí la apuesta es por la exploración que distintos artistas han transitado con el fin dellevar las formas a nuevos límites, experimentado con materiales que en algún momento no fueron considerados dignos de la creación artística. Es el caso de Encaje de Bruselas (1970), de la escultora colombiana Feliza Bursztyn, quien utilizó desechos de acero inoxidable para la elaboración de esta obra.

Continúa el recorrido en la sección “Paisaje somático”, en donde las obras expuestas reflejan las experiencias psicológicas e íntimas presentes en el encuentro entre el paisaje y el artista. Entre los autores que hacen parte de esta sección están Andrés de Santa María y Jesús María Zamora con sus obras Las segadoras (1895) y Paisaje (1915), respectivamente. Ambos nos llevan por acercamientos impresionistas hacia la naturaleza de nuestro país. No obstante, también se encuentran miradas más disruptivas, como la obra Bloque errático II (2017) de Eduard Moreno, una propuesta en la que la mancha en la pintura se convierte en una mirada crítica y política frente al territorio. Por último, pasamos a la sección “Ritual del cotidiano”, en la cual conocemos obras que recogen estéticas de la modernidad, como las propias de Andy Warhol, junto a otras que se proponen la desnaturalización y reinterpretación de estéticas cotidianas propias del país. Un ejemplo de esto es la obra Amarillos y rojos (1981) de Pedro Ramos, en donde el letrero anodino de los buses de finales del siglo XX en Bogotá toma nuevos significados cuando en uno solo se recopilan los nombres de distintos lugares emblemáticos de la ciudad. En este punto, la presencia de Fernando Botero se nos antoja impajaritable. Precisamente, la exposición no se olvida del maestro del arte colombiano en el siglo pasado: en la sección “Obras fundacionales”, en el segundo piso, se encuentra la obra Nuestra señora de Fátima (1963), una pieza emblemática del artista colombiano, expuesta a modo de homenaje póstumo.

 

En el tercer piso, finalmente, llegamos a la sección planteada desde el concepto de disonancias, en donde se encuentran las obras más recientes expuestas en el museo. En ellas aparecen transgresiones sexuales, de raza, de sentidos, y conocemos la obra de varias mujeres artistas como Rosa Navarro, Ana María Devis (recientemente perfilada en la última edición de El Malpensante), Clemencia Lucena, Luz Lizarazo y Adriana Marmorek, entre otras. 

La curaduría es supremamente vasta, puesto que 60 años no se improvisan. Lo cierto es que esta historia contada al revés, que nos propone a los visitantes agudizar nuestra sensibilidad para participar en las relaciones entre nosotros y numerosas creaciones artísticas insospechadas, debería tomarme más tiempo y palabras, pero lo dejaré hasta aquí para que usted, lector, pase por el museo y pasee sus ojos por Viceversa, un recuento exhaustivo de las obras de los artistas que han expuesto en el museo a lo largo de 60 años, un gesto de generosidad que habla de cómo los afectos y el arte han formado y mantienen en pie lo que hoy conocemos como MAMBO.

 

 

 

Fotografías de Mariana Camargo

ACERCA DEL AUTOR


Profesional en Estudios Literarios con énfasis en investigación. Actualmente es asistente editorial del Malpensante y co-coordinadora de la Biblioteca Comunitaria Luchín del Bosque.